ARQUEOLOGÍA DEL PERÚ

 

 
JULIO C. TELLO
EL BUSCADOR DE LOS ORÍGENES

César W. Astuhuamán Gonzáles* y Richard E. Daggett**

Nació en Huarochirí, en la sierra de Lima, en 1880. Hijo de Julián Tello García y María Asunción Rojas Erikes. Su padre llegó a ser autoridad local; su madre descendía del último gobernador inca de Huarochirí.

Entre 1886 y 1892 asistió a la escuela de la localidad, donde recibió el apelativo de sharuko por su vivacidad, coraje e ímpetu. En 1893, María Tello propuso que su sobrino Julio continuara su educación en Lima. Gracias al apoyo de la familia, su padre y él viajaron a Lima.

En 1895 su padre fallece y se agotan los recursos económicos. Entonces, Tello trabajó en labores domésticas de su pensión y como mayordomo en la residencia de un distinguido médico en Lima. Conoció a Don Ricardo Palma, quien le concedió su apoyo, pues Tello estudió con uno de sus hijos. En 1899 ingresó al prestigioso Colegio Guadalupe, donde terminó el ciclo preparatorio para continuar sus estudios universitarios. En 1900, Tello ingresó a la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, un paso previo hacia la Facultad de Medicina de San Fernando. A comienzos de julio, Tello fue nombrado auxiliar en la Biblioteca Nacional por Palma, lo cual le permitió solventar sus gastos de manutención.

En 1901, Tello fue alumno del Dr. Sebastián Barranca, naturista y anticuario, catedrático de Mineralogía, Geología y Paleontología. Barranca estaba muy interesado en las lenguas originarias del Perú. Así, en febrero de 1902, Tello fue enviado a las provincias de Huarochirí y Yauyos para realizar su primer trabajo de campo y recolectar especies vegetales, datos de animales silvestres e información lingüística. Entre 1903 y 1904, trabajó como conservador en el Museo Raimondi, que funcionaba en la Facultad de Medicina, y estudió las colecciones de arqueología y ciencias del sabio italiano. Mientras Tello trabajaba catalogando libros en la Biblioteca Nacional, quedó impresionado al observar unas imágenes del artículo "Primitive Trephining in Peru" publicado por Manuel Antonio Muñiz y W. J. Mc. Gee (1987). Allí se publicaban fotos de los cráneos trepanados que su hermano mayor recolectó en una de las chullpas de Chuicoto por encargo de su padre, que había sido gobernador de Huarochirí, y quien a su vez recibió estas instrucciones del Prefecto de Lima. Tello había visto y tocado dichos cráneos cuando era niño. Este hallazgo despertó en él la curiosidad por conocer el pasado prehispánico de su tierra y la causa de la operación quirúrgica.

Así se definió su vocación por la antropología física y cultural. A mediados de mayo de 1907, luego de ganar la plaza por concurso, Tello empezó su internado en el Hospital Dos de Mayo de Lima; se dedicó también a terminar su investigación para graduarse. Su ambicioso plan de tesis original abarcaba la cirugía precolombina, de la cual solo desarrolló el capítulo de la sífilis. El 16 de noviembre de 1908 sustentó su tesis "La antigüedad de la sífilis en el Perú" para optar por el grado de Bachiller, que obtuvo por aclamación, distinción otorgada excepcionalmente. Es precisamente en esta tesis donde Tello planteó la siguiente disyuntiva: "(...) o la sífilis es exótica, importada de algún lugar americano más o menos distante o de otro continente, o es autóctona, de nuestro suelo", la cual retomará en sus trabajos de 1921 y 1929, al plantear el problema de los orígenes de la civilización andina, estableciendo un paralelo entre ambas. En el primer semestre de 1909 se publicó su tesis en forma de libro. El 21 de agosto, una resolución suprema del gobierno de Leguía le otorgó una beca de perfeccionamiento para estudiar Antropología en la Universidad de Harvard.

Viajó por EE.UU.; asistió a certámenes académicos; visitó en especial los museos que tenían colecciones de material óseo provenientes del Perú. A fines de junio de 1911, Tello obtuvo el grado de Master of Arts con especialización en Antropología.

En la primera década del siglo XX, los estudios arqueológicos en el Perú estaban iniciándose, destacando los trabajos de Max Uhle. Pero los principales problemas eran la falta de instituciones debidamente organizadas, la escasez de investigadores nacionales, el saqueo del patrimonio cultural y el nulo apoyo económico por parte del Estado. Luego de arribar al Callao en 1913, Tello tramitó ante el gobierno peruano su participación en la Expedición Antropológica del Museo Nacional de Washington. Comisionado por el Ministerio de Fomento mediante un permiso oficial, la expedición dirigida por Hrdlicka se realizó en febrero y se concentró en Huarochirí y los valles de Huaura, Chancay, Chillón, Rímac, Lurín, Chilca y Mala. Tello acompañó la expedición únicamente hasta Huarochirí. Probablemente él y Hrdlicka tuvieron problemas derivados de sus distintas personalidades y sus diferentes relaciones con las comunidades locales. Otra posibilidad es que Tello debiera regresar a Lima para obtener un puesto en el Museo Nacional de Historia y reunirse con su familia. En marzo de 1913, Tello solicitó al gobierno de Billinghurst la creación de una sección de Arqueología en el Museo Nacional de Historia con la finalidad de detener el vandalismo que afectaba a los monumentos prehispánicos, petición que fue aceptada en junio. En julio, Tello propuso en el informe "Presente y futuro del Museo Nacional" que dicho museo fuese reorganizado con base científica bajo la forma de un Museo Nacional de Arqueología. En aquel momento, el Museo Nacional era la expresión de la minoritaria elite costeña dominante, para quien el Museo debía enfatizar el arte y la historia, mientras que Tello proponía que estuviera centrado en la arqueología y la antropología. En las primeras décadas del siglo XX comenzó a desarrollarse el indigenismo en los círculos intelectuales limeños y provincianos. Tello participó activamente de este movimiento en sus inicios al integrar la Asociación Pro-Indígena, de la cual se alejaría en 1922 por discrepancias metodológicas, teóricas y políticas con sus principales exponentes. Las ideas de Uhle y anteriores propuestas difusionistas habían sido bien acogidas por el minoritario grupo étnico dominante para justificar su supuesta superioridad y procedencia foránea; por esto planteaban que históricamente los indígenas eran dependientes y carecían de la capacidad de crear civilización propia; que eran, además, un problema para el desarrollo del país. La dominación estaba cargada de un fuerte componente étnico. También el racismo ideológico estuvo presente en la literatura entre 1907 y 1919 a través de intelectuales oligárquicos.

En 1923, Tello publicó su inconcluso artículo "Wira Kocha" en la revista Inca, donde integra diferentes fuentes de información sobre la más importante deidad andina. Tello planteó que los grandes estilos artísticos de los Andes.

Centrales fueron la representación de las ideas religiosas en torno al dios felino y que la estructura de los mitos que analizó era esencialmente la misma. Los antiguos peruanos habrían compartido un común panteón de dioses. Para Tello la civilización inca era solo el final de un largo desarrollo histórico: una confederación de naciones vinculadas entre sí por fuertes lazos tradicionales, coordinadas armónicamente por el imperio y que fue una época de grandeza. Las repercusiones de la crisis de 1929 y la depresión posterior, se sintieron en el Perú, que fue uno de los países más afectados en América Latina. Las inversiones norteamericanas disminuyeron y el creciente rechazo a Leguía dio lugar a enfrentamientos sociales. De 1931 a 1936 Tello enseñó en la Universidad Católica. Uno de sus alumnos fue Javier Pulgar Vidal.

En 1945, Tello dirigió el primer programa nacional de rescate arqueológico en Ancón. En 1946 se creó el Instituto de Etnología y Arqueología de la Universidad de San Marcos, dirigido por Luis E. Varcárcel y Tello. En mayo, el Consejo Universitario de San Marcos acordó confederar su Museo de Arqueología con el Museo Nacional de Antropología y Arqueología. Además, Tello fue elegido representante de la Facultad de Letras ante el Consejo Universitario. El ambicioso proyecto por el que Tello trabajó cuarenta años se había concretado. Dio lugar al más completo museo que haya existido en el Perú y América del Sur. Reunía en un solo archivo a las colecciones destinadas a la investigación y difusión, y era integrado por más de ochenta y dos mil artefactos. Era además, el primer centro de formación profesional de antropólogos y arqueólogos. Tello no disfrutaría mucho tiempo de su gran logro. Antes de fallecer, recomendó a Rebeca Carrión que el museo se ciñera a su tarea científica y las misiones que debía cumplir. Ella sería su sucesora en la dirección del lugar. El 3 de junio de 1947, Julio César Tello Rojas murió luego de dolorosos meses de tratamientos en el Hospital Arzobispo Loayza. Tenía 67 años.

Se ha especulado que Tello no creó escuela de investigadores y que no formó arqueólogos. Eso no es cierto. Aún existe el Instituto de Investigaciones Andinas que él contribuyó a crear en 1936. Esta entidad auspició también los trabajos de John Murra (1941) y el Proyecto Virú (1946). También están las publicaciones donde Tello propone la creación del Instituto Nacional de Arqueología (1939) y una Escuela Interamericana de Arqueología, ya que para él era decisiva la contribución de la arqueología en la solución de los problemas nacionales y latinoamericanos.

Para Tello, El Perú era básicamente indígena e intentó mejorar las condiciones de vida de la población nativa desde su posición de médico, congresista, catedrático y arqueólogo. Tello fue una de las personas que más contribuyó a la revaloración e integración de los indígenas durante el siglo XX. Su legado se extiende a toda América.

* Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y University of London UCL.
** Profesor retirado de University of Massachussetts Amherst.

Con permiso del autor. Extracto del texto introductorio de "Julio C. Tello. Paracas. Primera parte". Serie Clásicos Sanmarquinos. También publicado en Chasqui, el correo del Perú. Boletín cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, año 3, nº 8, octubre de 2005.



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