ARQUEOLOGÍA DEL PERÚ

 

 
John Howland Rowe
(10 de junio de 1918 -1 de mayo de 2004)

por Richard L. Burger, Yale University

John Howland Rowe, un eminente erudito de la civilización Inca, murió en Berkeley, California de complicaciones de la enfermedad de Parkinson. Por seis décadas llevó adelante investigaciones arqueológicas e históricas que son fundamentales para nuestro entendimiento actual del Perú prehispánico y colonial. En este proceso, entrenó a varias generaciones de estudiantes en Berkeley y Cuzco e influenció a incontables otros. Pocos estudiosos de los Andes Centrales han sido tan consistentemente originales y productivos e, igualmente, menos han tenido tal impacto indeleble en los estudios andinos. A pesar de una extraordinaria y distinguida carrera, Rowe permaneció sin pretensiones y siempre insistió que los estudiantes y colegas le llamaran John. Respetando esta preferencia, sigo aquí esta práctica.


John Howland Rowe delante de un muro Inca en el Cuzco, 9 de julio de 1987. (Foto: Harold C. Conklin).

Nacido en Sorrento, Maine, desde muy temprano en su vida John decidió convertirse en arqueólogo. De hecho, sus padres alegaban que tomó esta decisión a la edad de tres años. Su padre, Earle Rowe, realizó el pregrado y la graduación en la Universidad de Brown y consideró incursionar en la arqueología. Con esta meta participó en las excavaciones del Museum of Fine Arts de Boston en Egipto, dirigidas por George Reisner en 1911, pero debido a las pocas perspectivas de trabajo en arqueología, Earle decidió aceptar el puesto de director del Rhode Island School of Design (RISD). Se casó con Margaret Talbot Jackson, quien entonces, era la directora asistente del Minneapolis Institute of Arts, y su primer hijo fue John Howland Rowe. Aunque dedicada ama de casa, la madre de John permaneció interesada en la historia del arte y llegó a ser curadora de textiles en Yale Art Gallery en New Haven luego de la muerte de su esposo. Los padres de John animaron su interés infantil en arqueología y su padre lo entretenía leyendo sus libros sobre el Antiguo Egipto. Reisner quedó como amigo de la familia y visitó la casa Rowe cuando John era un chico joven de manera que, en mucho, la arqueología fue una parte de su educación.

Cuando John tuvo diez años, sus padres viajaron a Egipto, dejándolo con su hermano y hermana en Roma. Tuvieron cuidado en conseguir una nana francesa y estudiaron en el Miss Shaw's School for American Children. John, ya interesado en arqueología, quedó fascinado con las ruinas clásicas y, usando el libro de Rodolfo Luciani como su guía, pasó meses visitando sitios en Roma.

Para John, la primera exposición a la arqueología peruana le llegó a la edad de 13 años a través de un libro de Sir Clements Markhm que encontró en una biblioteca local. Al año siguiente leyó Inca Land de Hiram Bingham III y Ancient Civilizations of the Andes de Phillip Ainsworth Means. Estando aún en la secundaria, John tuvo la oportunidad de examinar la colección de antiguos objetos peruanos en el RISD Museum y de asistir al curso de su padre sobre historia del arte. Estas experiencias fueron suficientes para convencer a John de especializarse en arqueología peruana, incluso antes de que se graduara de la secundaria y nunca parece haber dudado de este objetivo. John se matriculó en Brown University y se dedicó a la arqueología clásica, mientras que al mismo tiempo estudiaba literatura hispana. Este entrenamiento formativo en los clásicos dejó una profunda huella en él y se reflejó en su énfasis posterior en el análisis estilístico y riguroso control cronológico en los Andes. Mientras sobresalía en sus estudios de arqueología clásica, conduciéndolo a su iniciación al Phi Beta Kappa en 1938, no dejó su fascinación temprana por los Andes, un interés que no podía ser satisfecho en Brown University. Así, cuando John se graduó de bachiller summa cum laude y ganó el premio para estudios clásicos en 1939, usó los $ 400 dólares para viajar al Perú en barco en tercera clase y, finalmente, visitó el Coricancha y los otros famosos sitios al sur del Perú de los que estuvo leyendo desde que era un niño. De regreso a los Estados Unidos, Rowe conoció a Philip Ainsworth Means quien lo contrató para mapear un sitio local, Newport Tower, y para traducir un libro colonial del latín.

John planeó llevar adelante su carrera de graduación en la Universidad de California, Berkeley (UCB) con el destacado peruanista nacional, Alfred Kroeber, pero la prematura muerte de su padre, le condujo a permanecer en la costa este, matriculándose en el departamento de antropología de la Universidad de Harvard (Kroeber 1969). Finalmente, allí estuvo en condiciones de dedicarse a la arqueología andina bajo la supervisón de Alfred Kidder II. Aparentemente, nunca estuvo satisfecho con esta decisión y en más de una ocasión John comentó que le tomó décadas "dejar de lado" todo lo que le enseñaron en Harvard.

Mientras estuvo en Harvard John fundó el Excavators Club y realizó investigaciones en Massachussets, Florida y Maine en un esfuerzo por aprender arqueología de campo. La participación de John en una escuela de campo trabajando en conchales en Maine lo condujo a iniciar excavaciones en un conchal Arcaico en la propiedad de su familia en Sorrento. Como el trabajo de Max Uhle en el conchal de Emeryville cuatro décadas antes, John excavó usando estratigrafía natural y en sus primeras publicaciones profesionales fue capaz de demostrar cambios culturales en esta área costera (Rowe 1940, 1941). En 1941 John participó en la expedición de la universidad de Harvard al sur del Perú dirigida por Kidder II y realizó exploraciones en Puno junto con Kidder, Harry Tschopik y Marion Tschopik. Luego fue al Cuzco donde exploró sitios Inca como parte de la expedición Harvard y descubrió el ahora famoso sitio Chanapata del Horizonte Temprano (Rowe 1943, 1944). Este hallazgo ofreció la primera mirada al pasado del Cuzco antes de la aparición de los Incas. A su retorno a Harvard, John recibió su grado de Master en Antropología y se casó con Bárbara Burnett una audaz estudiante de música que encontró en una barbacoa de mariscos auspiciado por la comunidad en Maine.

Luego de recibir el grado de Master en Harvard, John retornó al Cuzco para continuar sus investigaciones. Residió allí en los siguientes dos años (1942-43), continuando su investigación doctoral en la capital del Tahuantinsuyu, e identificó el estilo cerámico Killke como una expresión del estilo Inca Temprano, el antecedente del estilo Inca Imperial (i.e., estilo Inca Cuzco Tardío). Asimismo, se integró a la facultad de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cuzco (UNSAAC) y allí fundó la sección de Arqueología, la primera de su clase en el Perú (Rowe 1944:60).

Cuando los Estados Unidos declararon la guerra a Alemania John retornó a casa e hizo el examen físico para su ingreso al ejército. Debido a su miopía no fue inmediatamente reclutado en el servicio. En el ínterin, por una recomendación de su primer empleador, Phillip Means, John recibió una comisión de Julian H. Steward para escribir una síntesis de la cultura Inca para el volumen dos de Handbook of South American Indians. Este largo artículo sobre la cultura Inca en el tiempo de la conquista española (Rowe 1946) y su monografía An Introduction to the Archaeology of Cuzco (1944) ubicaron a Rowe como una autoridad sobre los Incas antes de que cumpliera los treinta años. Su artículo para el Handbook probablemente es la mejor descripción de la cultura Inca producida durante el siglo veinte y continua siendo referencia básica sobre los Incas. Su monografía sobre la arqueología del Cuzco publicada por el Peabody Museum of American Archaeology and Ethnology puso las bases para la primera secuencia prehistórica de la cuenca del Cuzco, así como también proporcionó meticulosas y detalladas descripciones del estilo cerámico y la arquitectura Inca clásica. Aunque existe una extensa literatura respecto al Cuzco y los Incas posterior al trabajo de John, la mayor parte es superficial e imprecisa, resultado de una aceptación carente de crítica de las fuentes históricas hispánicas relativamente tardías tales como Garcilaso de la Vega. John introdujo en sus publicaciones un nuevo estándar de investigación arqueológica e historiográfica, borrando los límites arbitrarios entre la arqueología, las crónicas hispánicas y la historia colonial tardía.

Finalmente, la investigación de John fue interrumpida cuando fue reclutado en 1944 y enviado a servir en Alemania con la U.S. Combat Engineers alcanzando el rango de sargento. Participó en la batalla de Bulge en Bélgica. Estuvo involucrado en la destrucción y construcción de puentes, caminos y otros elementos durante la invasión aliada de Alemania. Cuando finalizó la guerra John fue desmovilizado en Francia, pero sin que le proporcionaran el transporte para volver a los Estados Unidos. Hizo lo mejor en su situación matriculándose como estudiante especial en la Universidad de Paris (1945-46) donde estudio con Marcel Mauss y otros.

Luego de su permanencia en Francia, John retornó a sus investigaciones en Cuzco. Renovó su afiliación con la UNSAAC enseñando en un curso que incluyó estudiantes tales como Oscar Nuñez del Prado, Gabriel Escobar y Carlos Kalafatovich. John también asumió la dirección del Museo e Instituto de Arqueología (actual Museo Inka). Además de organizar su administración y la catalogación científica de especímenes, estableció una biblioteca de antropología que funciona hasta el día de hoy (Flores 2003:9). Mientras que su retorno al Cuzco fue gratificante, se frustró al enterarse que las colecciones de sus excavaciones habían desaparecido.

John viajó a Harvard para completar su Ph.D. en Latin American History and Anthropology en 1947. Mientras estuvo allí, nació Ann, la primera de sus dos niñas y, con una familia que mantener, John aceptó un puesto con la Smithsonian Institution haciendo etnografía y arqueología en la región colombiana de Popayán. Mientras estuvo viviendo allí con Bárbara y su pequeña hija, fue nombrado profesor honorario en la universidad del Cauca en la cual fundó una biblioteca de antropología. A pesar de su investigación en curso sobre los indios Guambían y otros temas colombianos (Rowe 1956), John continuó publicando los resultados de su investigación sobre el Perú prehispánico, incluyendo su influyente descripción del Reino de Chimor (Rowe 1948).

Comprometido todavía con futuros estudios en Perú, John mantuvo contacto con sus colegas peruanistas y en 1948, a instancias de Alfred Kroeber, John fue contratado en la facultad de la Universidad de California, Berkeley, la institución que iba a ser su base durante el resto de su carrera académica. Al anuncio de su cargo como Profesor Asistente de Antropología y Curador Asistente de Arqueología Sudamericana en el museo de antropología de la universidad, Kroeber le escribió la siguiente nota: "Querido Rowe, supongo que debo felicitarte, pero me agrada más felicitarlos a ellos. Tuyo, Kroeber" (Kroeber 1969:ii).

Entre la llegada de John a Berkeley en 1948 y su jubilación en 1988 a la edad de 70 años, dividió sus esfuerzos entre la investigación y la enseñanza. Mientras en la Universidad de California en Berkeley John fundó su tercera biblioteca de antropología e inspiró a los estudiantes para crear la Sociedad Kroeber de Antropología. Por más de cuatro décadas entrenó y asesoró a multitud de estudiantes de la Universidad de California en Berkeley y fue el asesor principal de más de dos docenas de PhD's la mayor parte de los cuales resultaron en carreras en arqueología andina. Como profesor de grado, John fue serio y algo severo. En sus amplias charlas de clase, leía sus notas textualmente, marcando cuidadosamente con lápiz donde se quedó, de manera de que podía retomar el punto en la siguiente sesión de clase. Carecía de dotes de orador, sin embargo, lo compensaba con la originalidad de su pensamiento y la convicción que había detrás de sus palabras. En su curso "Peoples of the Andes" cuando hablaba de la ejecución del último Inca a instancias de Pizarro, se podía oír el fuerte latido del corazón de John y cuando describía el levantamiento de José Gabriel Condorcanqui (Thupa Amaru II) y Tomás Katari sentías que si John hubiera nacido en otro tiempo habría sido el primero en tomar las armas. Cuando exponía su revisión panorámica "Invention and Technology" sentías que John diseccionaba el proceso complejo detrás de la creación o rechazo de invenciones de una manera totalmente original y excitante. Mientras unos pocos abandonaban sus cursos frustrados y aburridos, muchos otros se inspiraron por su visión comprensiva de la historia, sus nuevas perspectivas, y, sobre todo, por las posibilidades que levantaban para investigaciones originales.

Mientras los cursos de pregrado de John fueron memorables, en donde realmente brilló fue en los pequeños seminarios. Estos fueron dedicados a la investigación original y en clase todos esperaban pisar terreno nuevo como parte del trabajo de curso. En el caso de arqueología, John se enfocó sobre las colecciones en el Robert H. Lowie Museum of Anthropology (Ahora el Phoebe A. Hearst Museum of Anthropology) que había sido reunido por Max Uhle, Alfred Kroeber y otros; en el caso de la investigación etnohistórica, favoreció la confianza en crónicas tempranas en el español original. Estos cursos requerían dedicación total y para señalar esto a lo extraños, frecuentemente programaba las reuniones en la tarde del viernes, algunas veces igualmente estipulando que se requería el conocimiento del español y el alemán para la inscripción. El requisito para los seminaristas siempre fue un trabajo final que presentara una investigación original que John leería con mucho cuidado; ningún error era tan pequeño como para dejar de ser importante. Por ejemplo, en un trabajo que escribí sobre iconografía Moche, usé números arábigos en lugar de romanos para referirme a la fases de Rafael Larco. John se tomó el tiempo para corregir cada número erróneo en el manuscrito - grosso modo esto significa unas quince correcciones por página en treinta páginas. No fue un error que haya repetido alguna otra vez.

El aula de clase fue sólo el comienzo de la influencia de John sobre los que hicieron investigaciones de graduación con él. Para John, el mundo del estudioso significó más que una carrera; fue una vocación - una manera de vivir que demandó un compromiso completo. Sin hacerlo explícito, comunicaba su opinión que la calidad de un investigador era reflejo directo de su carácter y la necesidad de precisión e investigación profunda representaba una obligación moral para aquellos aspirantes a investigadores. Lo que hizo este reto tan desalentador fue la aparente maestría de John en una amplia gama de temas. John fue entrenado como un antropólogo de cuatro campos y sus investigaciones contribuyeron en la Lingüística (Rowe 1950b, 1954) Etnografía (Rowe 1950a) e Historia (Rowe 2003). El conocimiento comprensivo de John sobre los Andes era sólo la punta del iceberg. Alguna idea de esta asombrosa amplitud intelectual puede intuirse cuando se leen sus escritos sobre los orígenes renacentistas de la antropología (1964, 1965) o su análisis sobre las gramáticas de los siglos dieciséis y diecisiete.

A pesar de sus dotes, John nunca parecía satisfecho con su propio conocimiento o comprensión. Para él era común retornar a una pregunta casual, hecha varios días antes, a vista de los resultados de investigaciones que había estado haciendo desde la conversación. Por ejemplo, alguna vez mencioné que el término "Callejón de Conchudos" se usa en Chavín de Huántar para referirse a la serie de valles ribereños al este de la Cordillera Blanca que contribuyen al Marañón. John parecía escéptico acerca de esto. Varios días más tarde apareció con una página que resumía los cambios de significado del término "Callejón de Conchudos" desde tiempos coloniales hasta el siglo diecinueve.

Una desventaja de este perspectiva casi religiosa de erudición era que John nunca tuvo paciencia con colegas que fueron menos rigurosos que él con la evidencia. A pesar de lo original que pudieran ser sus ideas, si eran investigadores descuidados, John simplemente pensaba que no merecían respeto. Debe hacerse hincapié que John demandaba fidelidad a la evidencia, no a sus ideas. Siempre estuvo abierto a revisar sus propuestas revaluadas sobre la base de nuevos descubrimientos o análisis alternativos de la evidencia existente. Fue un entusiasta defensor del ensayo de Thomas Chamberlin (1890) "Method of Multiple Working Hipotheses" y distribuyó copias de este trabajo a estudiantes graduados recibidos. Por el contrario, tuvo gran escepticismo de las clases de razonamiento deductivo y "leyes" propuestos por arqueólogos procesuales.

En la segunda mitad de la década de 1960 John se separó de Bárbara Burnett y en 1970 se casó con Patricia Lyon. Patricia había recibido un doctorado en la Universidad de California en Berkeley, basado sobre trabajo etnográfico entre los Wachipaeri del llano amazónico al este del Cuzco y compartía con John su interés académico y dedicación al Perú. Por el resto de su vida, ella trabajó cerca de él en investigación, trabajo de campo y en el Institute of Andean Studies.

Pensándolo bien, John hizo un notable esfuerzo por ser accesible a sus estudiantes graduados. Nos dijo que podíamos llamarlo a casa a cualquier hora excepto durante el Prairie Home Companion, su programa de radio favorito. El y Pat recibían informalmente a sus estudiantes y amigos muchos fines de semana y, con una cerveza, discutían los recientes descubrimientos y debates en curso en la arqueología peruana. John no pertenecía a la clase de bebedores de licor que fueron tan comunes en su generación de arqueólogos, pero podía beber una copa de pisco puro sin gesto de dolor o mostrar algún efecto. Cuando escuchaba las nuevas de recientes descubrimientos arqueológicos en Perú o una idea interesante por primera vez, John sonreía ampliamente, se frotaba las manos y reía entre dientes para sí mismo. Sus ojos brillaban y podías ver que era verdaderamente feliz.

El estilo personal de John fue simple. Durante la década de 1970 además de un reloj de diario no portaba joyas y en la universidad vestía simplemente en traje, camisa blanca y una delgada corbata a rayas. Fuera de la Universidad de California en Berkeley vestía camisas rayadas, o en el invierno, camisas de franela. En el campo optaba por pantalones y camisas caqui. En gran parte, su oficina estaba desprovista de decoración y su casa fue igualmente austera. Su comedor estaba presidido por un retrato al óleo de uno de los lejanos ancestros de John, un respetado capitán de mar de Rodhe Island llamado Joseph Tinkham. A mi el retrato siempre me parecía un puritano de Nueva Inglaterra exorcizando a caprichosos estudiantes graduados. Las pocas piezas de arte latinoamericano que decoraban la casa de John en las colinas de Berkeley fueron recuerdos de sus amigos sudamericanos. El estilo personal de John sugería a alguien que ha decidido evitar todo lo que pudiera distraerlo de sus objetivos de investigación. El vicio más obvio de John fue su amor por los libros, que acumuló en una vasta biblioteca personal que llenaba su casa y oficina. El involucramiento total en su elección profesional también influenció en la forma en que empleaba su tiempo libre. Como comenta su hija Lucy Burnett Rowe, ahora una genetista experimental, "Fue extremadamente dedicado. No fue la clase de persona que tomaría unas vacaciones tradicionales. Amaba lo que hizo e hizo siempre lo que amaba".

Una cosa que ciertamente John amaba era al Perú y su gente. Por sus enseñanzas, conferencias y publicaciones John se hizo tan influyente allí como en los Estados Unidos. Cada verano, John dejaba Berkeley por el Cuzco y empleaba varios meses en el campo o en los archivos. Sin embargo, de acuerdo con el antropólogo Jorge Flores, la percepción de los cuzqueños de los movimientos de John fue bastante diferente. Lo veían como residente del Cuzco, pero teniendo que irse cada año por un extenso periodo a enseñar y ganarse la vida en California. Mientras estaba en el Cuzco conducía un antiguo Land Rover al cual él y Pat llamaban Genevieve. Cuando encontré a John en el Cuzco en la temporada de campo del verano de 1973, en Qotakalli, parecía subsistir principalmente de bananas maduras y pan en el almuerzo y sardinas, galletas y popcorn en la cena. En ocasiones especiales salía afuera para comer chifa o, a La Ñusta, su restaurante favorito. Este modesto establecimiento de comidas consistía de unas pocas mesas de madera sobre el precario segundo piso de una vieja casa de adobes. La trucha de lago y otras comidas fueron sencillas y aún buenas, pero muy memorables fueron los licores dulces que los dueños sacaban al final de la comida. En este, más bien lúgubre ambiente las bebidas turquesa y verde limón, luego de la comida, parecían con un resplandor radiactivo.

En tanto que Cuzco era el destino final de los veranos de John, siempre destinaba tiempo para encontrarse con amigos en Lima enterándose de las políticas arqueológicas locales. Al parecer, John gozaba del clima social e intelectual de Lima. Un hombre de hábitos fijos, inicialmente John se quedaba en la pensión Morris, donde también había residido Uhle. Una vez que este establecimiento cerró, se cambió cerca de la Plaza de Armas, al Hotel Maury, donde fue inventado el Pisco Sour. Dejó en claro a todos sus estudiantes que trabajar en el Perú era un gran privilegio, así como una responsabilidad seria. Por ejemplo, personalmente me enseñó que era esencial hablar y leer en español, publicar en revistas locales y compartir resultados de investigaciones en español en conferencias y encuentros locales. John trabajó diestramente una terminología común para un inventario de sitios y su sistema fue aceptado como oficial por el gobierno peruano (Rowe 1971a, Rowe y Bonavia 1965). John siempre consideró a la arqueología peruana como un esfuerzo conjunto compartido por arqueólogos peruanos e investigadores extranjeros. Su círculo social estuvo conformado por amigos, investigadores y estudiantes peruanos. La profunda estima en la que sus colegas peruanos tenían a John se hace evidente en los testimonios que han aparecido (e.g., Amat 2004, Flores 2003, Guillén 2004, Santillana 2004). Su actitud hacia el Perú podía no haber sido más diferente que la de muchos arqueólogos estadounidenses que en las décadas de 1960 y 1970 vieron al Perú como su laboratorio para estudios de procesos culturales.

El español de John fue impecable pero distintivo y, en esto, fue parecido su inglés. Hablaba muy lentamente, con gran precisión y sus sentencias frecuentemente eran interrumpidas con largas pausas. Estas fueron tan largas que quienes no lo conocían algunas veces pensaban (especialmente cuando hablaba en español) que John era incapaz de encontrar la palabra adecuada, o que había perdido el hilo de su pensamiento. Por el contrario, John siempre reasumía con exactitud la palabra o frase correcta. No mucho después de que comencé a estudiar con él, tuve la inquietante comprensión de que los comentarios hablados de John eran como un texto escrito y que sería factible publicar los comentarios orales de John verbatim.

En tanto que el estilo personal de John sugería a una persona muy conservadora, sus convicciones fueron cualquier cosa menos conservadoras. Fue un escéptico religioso que parecía negarse a creencias de alguna clase aceptadas como verdades. John estuvo fuertemente comprometido con la igualdad racial y de género, y tuvo estudiantes minoritarios y féminas en un tiempo en que estuvieron severamente subrepresentados en la arqueología. También apoyo los derechos de los gays y animó la investigación pionera de uno de sus estudiantes en el tema de la homosexualidad en el Perú prehispánico (Arboleda 1981).

En el campo John varió sus actividades de año en año. Algunos años se focalizó en los archivos del Cuzco mientras que en otros favoreció exploraciones de campo, algunas veces siguiendo sus hallazgos anteriores o poniéndose al día sobre los descubrimientos hechos por colegas del Cuzco u otras regiones. Sus exploraciones con Gordon Willey y Donald Collier en Ayacucho fueron importantes en el establecimiento de Huari como un centro Horizonte Medio equivalente a y, en competencia con, Tiahuanaco (Rowe et al. 1950) y las investigaciones que dirigió en la costa sur en colaboración con Dorothy Menzel, Fritz Riddel, David Robinson, Dwight Wallace, Lawrence Dawson y Duncan Masson entre 1954 y 1969 fueron cruciales para desarrollar la secuencia maestra del valle de Ica (Menzel, Rowe y Dawson 1954, Rowe 1958, 1960a, 1962b). Las exploraciones que John llevó adelante en el departamento de Apurimac con Oscar Núñez del Prado en 1954 fueron, asimismo, esfuerzos pioneros (Rowe 1956b). John raramente excavó luego de su trabajo de disertación en el Cuzco, aún así hizo algunos pozos de prueba cerca del Templo Nuevo de Chavín de Huántar en 1962. Y en la década de 1970, con Patricia Lyon, llevó a cabo cuatro temporadas de investigación a pequeña escala en Qotakalli y Tarawi -cerca del aeropuerto del Cuzco- en un esfuerzo por esclarecer la cronología cerámica local que le preocupaba desde su tesis de doctorado. En sus años posteriores redobló sus investigaciones en la historia peruana Inca y Colonial e hizo un crucial descubrimiento concerniente a la responsabilidad de Pachacuti en la construcción de Machu Picchu (1987). Igualmente, a pesar de sus colegas preocupados por su salud, a sus setenta años John continuó sus caminatas a sitios bastante altos cerca del Cuzco que pensaba podían ser de interés arqueológico.

No es posible ofrecer aquí un detallado tratamiento de las contribuciones sustantivas de John a los métodos y la teoría de la arqueología peruana, lingüística histórica, historia colonial peruana, la historia de la antropología y la etnografía de América del Sur (ver Hammel 1969; Menzel 1969), ni es necesario proporcionar una bibliografía completa de sus publicaciones pues están disponibles varias que son excelentes (Abraham et al. 2006, Amat 2004, Pfeiffer 1969). Sin embargo, es apropiado destacar brevemente aquí algunos de sus logros intelectuales y su amplia perspectiva del pasado andino. Mucho de su tiempo fue dedicado a temas de cronología y secuencias cerámicas (Rowe 1957b, 1962c). Sus escritos sobre la cronología de la escultura Chavín (Rowe 1962a), la secuencia cerámica Paracas (Menzel et al. 1964), la expansión del imperio Inca (Rowe 1945, 1946) y los vasos de madera Inca y Colonial (1961) son contribuciones esenciales. Las preocupaciones de John con respecto a la cronología, incluyendo la cronología relativa basada en el estilo de cerámica, nunca fue un fin en sí mismo. Por el contrario, estuvieron en función de sus investigaciones por una herramienta confiable para seguir las huellas del cambio cultural, dado sus reservas acerca de la precisión y exactitud de los fechados radiocarbónicos (Rowe 1967). Entrenado en arqueología clásica, John reconoció que la cerámica tenía el potencial para un control cronológico refinado, pero señaló que el método de análisis tipo-variedad defendido por la mayor parte de los investigadores norteamericanos era incapaz de esta precisión.

John también reconoció que el esquema basado en estadíos o etapas que estaba siendo usado para discutir cronología relativa era ambiguo y confuso, así como recargado con supuestos evolucionistas injustificados. Observó que la incorporación de estadíos, tales como Formativo, en los sistemas cronológicos, inevitablemente, resultaba en un razonamiento circular (Rowe 1962c). John intentó resolver estos problemas formulando una nueva estructura basada en períodos que estaba libre de terminología evolucionista. Para propósitos de claridad y precisión fue atada a la secuencia cerámica del valle de Ica. Esta así llamada "secuencia maestra" podría ser cruzada con las secuencias de áreas adyacentes hasta que todos los Andes Centrales fueran integrados en una sola secuencia y terminología esquemática. El valle de Ica fue seleccionado no porque fuera central en la prehistoria andina, sino porque su secuencia era la mejor conocida del área, gracias a los esfuerzos de Uhle, Kroeber, Menzel, Dawson y otros. Luego de cerca de la mitad de una centuria la terminología de Rowe permanece en uso general, particularmente en los Estados Unidos y Europa.

Aunque mucha de su carrera fue paralela al desarrollo, dominio y declive de la arqueología procesual, este popular movimiento intelectual tuvo poco impacto en el trabajo de John. John fue siempre un pensador ferozmente independiente y se resistió a esos desarrollos. Su indiscutible rechazo a la difusión a larga distancia (1966) y evolución sociocultural (1962c) se hizo claro en sus escritos y no veía como objetivo gastar su tiempo debatiendo estas ideas, a pesar de lo popular que fueron en las décadas de 1960 y 1970. Igualmente, favoreció las aproximaciones empíricas e inductivas sobre las deductivas, y así, consideró la noción de leyes nomotéticas en arqueología como un sueño imposible. Para John, las culturas siempre fueron cambiantes y la meta de los arqueólogos era alcanzar un entendimiento histórico del contexto y proceso de estos cambios. A diferencia de muchos de sus contemporáneos John consideró importante el rol de los individuos y sus escritos anticiparon preocupaciones más recientes con respecto al libre albedrío. Su tratamiento de Pachacuti, por ejemplo, sugiere el rol crucial que jugó este emperador en la creación del Tahuantinsuyo, su sistema de creencias y sus instituciones estatales. Mucho antes de que la gente escribiera sobre "tradiciones inventadas", John describió cómo el Inca emperador Pachacuti inventó varias de las creencias religiosas Inca y las prácticas administrativas a fin de llevar adelante su propósito imperial (Rowe 1960b, 1968, 1985a). John también se diferenció de los "Nuevos Arqueólogos" de las décadas de 1960 y 1970 y aborrecía su jerga. Sus artículos fueron escritos en un inglés lúcido y fueron hechos para ser entendidos igualmente por especialistas y no entendidos. Este estilo de escribir fue deliberado y, de acuerdo a su hija Ann, para conseguirlo John fue tan lejos como hacer que su esposa Bárbara leyera todos sus manuscritos a fin de asegurarse de alcanzar esta meta.

John también se interesó por la resistencia andina a la opresión europea antes de que esto estuviera de moda y, muchos de sus escritos históricos conciernen a las rebeliones nativas y sus líderes (1955, 1971b, 1982, 1985b), así como, la naturaleza de la opresión española (1957a). El análisis de John de los vasos coloniales de madera (keros) y las pinturas coloniales al óleo de los gobernantes incas (1951, 1961) estuvieron entre los primeros intentos para explorar cómo la identidad Inca y la resistencia nativa se expresaron en el material cultural post-conquista. Mientras historiadores del arte como George Kubler insistieron en la disyunción entre la cultura pre y post-conquista John destacó la existencia de continuidades culturales, no como vestigios culturales, sino como expresiones concientes de resistencia.

Durante su carrera en la Universidad de California en Berkeley John influenció a lingüistas y etnógrafos tales como William Sturtevant, Harold C. Conklin y Eugene A. Hammel, pero quizás su impacto principal fue como asesor principal de más de veinte estudiantes de doctorado especializados en la arqueología de los Andes Centrales. A pesar de sus propias prioridades de investigación, John animó a estos estudiantes a seguir sus intereses y preocupaciones, antes que imponerles su agenda personal. Sólo tres estudiantes trabajaron proyectos relacionados a la "secuencia maestra" para sus tesis - Dorothy Menzel, Donald Proulx y Richard P. Roark. En igual número Edward Dwyer, Susan Niles y Margaret MacLean focalizaron sus trabajos doctorales en el Cuzco, aunque dos de ellos trabajaron fuera de la cuenca del Cuzco propiamente dicho. La mayoría de los estudiantes de doctorado de John se interesaron por otras partes del Perú. Edward Lanning y Thomas C. Patterson trabajaron en la costa central; Christopher Donnan y Colleen Beck en la costa norte; Richard Burger en la sierra norte; Joel W. Grossman en la sierra sur-central; y Dwight Wallace, Catherine Julien y Lee Steadman en el altiplano. Algunos estudiantes graduados eligieron trabajar fuera de los Andes Centrales, tales como Warren DeBoer cuya investigación se focalizó en las tierras bajas de la Amazonía y Karen Olsen Bruhns y Sylvia Broadbent quienes investigaron la prehistoria de Colombia. Hubo una variación comparable en periodos que examinaron estos estudiantes de doctorado, los cuales abarcaron desde los periodos Precerámico e Inicial (Edward Lanning) a la conquista española (Catherine Julien). Mientras muchas disertaciones incluyeron detallados análisis ceramográficos, dos estudiantes de doctorado, Jane Powell Dwyer y Donna Garaventa evitaron la cerámica en favor de los estudios sobre textiles (como hizo la hija mayor de John, Ann Pollard Rowe), mientras que el trabajo de Carol Mackey sobre los quipus modernos y los estudios de George R. Miller sobre los antiguos y modernos camélidos de carga constituyen algunos de los más tempranos ejemplos de etnoarqueología en Sudamérica. Asimismo, Margaret MacLean incursionó en un nuevo campo cuando se interesó en temas de conservación creados por el turismo sobre el famoso camino Inca a Machu Picchu. La variedad total de estas tesis doctorales es un testamento a John, a su pensamiento e su compromiso a investigación independiente. En este aspecto, la aproximación de John a temas de disertación fueron distintos de aquellos que siguieron en muchas otras universidades del mismo tiempo cuando grupos tras grupos de estudiantes graduados de arqueología escribieron tesis basadas en excavaciones en un solo sitio o valle, frecuentemente compartiendo los mismos modelos teóricos, aproximaciones metodológicas y conclusiones.

Además de las casi dos docenas de estudiantes que finalizaron sus doctorados en arqueología andina bajo la supervisión de John, también hubieron numerosos estudiantes post-graduados que realizaron importantes investigaciones originales pero que todavía no han completado sus disertaciones para PhD. Entre estos son notables M. Ann Hoyt quien hizo trabajos pioneros sobre la cultura Chimú, Steven Wegner una autoridad en la arqueología del Callejón de Huaylas, Lisa Valkenier quien excavó el componente "Formativo" de Chimú Capac en el valle de Supe, Rebeca Villegas que enfocó el estilo e iconografía de la cerámica Nasca tardío, Lae Koda que investigó los tablones con orificios de Ica y Madaleine Fang quien llevó a cabo investigaciones sobre temas de conservación. Finalmente, hubieron estudiantes graduados adicionales dedicados a la etnohistoria como Lyn Lowry y Eric Deeds. Muchos de ellos continúan haciendo contribuciones a los estudios andinos en puestos de museos y en el campo.

Otro aspecto de la enseñanza de John, que es evidente en sus estudiantes, fue su aproximación integral a la prehistoria andina. Fue común para los estudiantes de John, tales como Christopher Donnan, llevar a cabo reconocimientos de superficie, dirigir excavaciones a gran escala, construir cronologías cerámicas, investigar la tecnología cerámica y explorar la iconografía y cosmología. Este mismo rango es evidente en los escritos de John.

En 1960 John decidió que era necesario un Forum para discutir y publicar investigaciones en arqueología andina, de manera que fundó el Instituto de Investigaciones Andinas en Berkeley con su colega Dorothy Menzel. Esta organización publicó una revista llamada Ñawpa Pacha. El primer número apareció en 1963 y reflejó la perspectiva de John sobre la arqueología andina. Frecuentemente, contenía artículos escritos por él o sus estudiantes. De acuerdo con la visión de John, incluía un amplio número de ilustraciones y otras presentaciones de evidencia, algo que otras revistas profesionales tales como American Antiquity estuvieron poco dispuestas a hacer. John y su esposa Pat Lyon editaron Ñawpa Pacha y se responsabilizaron de los onerosos detalles de su impresión, distribución y financiamiento. En las últimas cuatro décadas el Instituto de Investigaciones Andinas ha crecido, en parte debido a la asistencia recibida por los colaboradores de John, notablemente por parte de Dorothy Menzel y Patricia Lyon. Desde los encuentros anuales del Instituto de Investigaciones Andinas en Berkeley, California John no sólo animó a jóvenes antropólogos y arqueólogos, sino que también interesó a gente fuera del campo, particularmente cuando tenían habilidades o conocimientos especiales. Por ejemplo, John tuvo un rol importante en impulsar el trabajo de investigación en arqueología andina de los arquitectos Jean Pierre Protzen, Vincent Lee y William Conklin.

Quizás debido a que John evitó emular el estilo de los tiempos su vasto cuerpo de más de 300 artículos y estudios han resistido bien el paso del tiempo. Algunos esperaron que John produjera una síntesis sobre los Incas (o sobre la arqueología peruana) antes de que muriera, pero eso nunca fue probable. John prefirió lo concreto a lo general y siempre fue reacio a llegar a conclusiones sin una presentación completa de las evidencias que las respalden. La lista de temas en su mayor síntesis sobre los Incas para el Handbook of South American Indians le fue impuesto por los editores y es improbable que John hubiera concebido algo de esta clase si este no hubiera sido el caso. No obstante, mientras muchos de sus escritos parecen de corto alcance, una lectura atenta revelará que son de perspectivas más amplias de lo que originalmente parecen y que abren nuevos horizontes para investigaciones futuras.

Antes de su muerte, las extraordinarias contribuciones de John fueron reconocidas en los Estados Unidos y el resto del mundo. En los Estados Unidos, recibió honores especiales de las universidades de Brown (Doctor Honoris Causa en Humanidades) y California en Berkeley (Berkeley Citation) y fue honrado con el Premio Robertson de la American Historical Association. Dado el especial interés de John en las bibliotecas de antropología es especialmente pertinente que se estableciera en 1998 el John Howland Rowe Endowed Chair para el Director de la Biblioteca de Antropología de la Universidad de California en Berkeley. En el Reino Unido, fue nombrado socio de la Society of Antiquaries of London. En Francia, fue elegido miembro de la Société des Américanistes de Paris y, en Alemania, nombrado miembro correspondiente de la Deutsches Archaologisches Institut de Berlin. Quizás los honores más apreciados por John fueron los que recibió en el Perú. Fue honrado con el premio de Honor del Consejo Provincial de Ica y grados honorarios de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco y la Pontificia Universidad Católica del Perú en Lima. Entre lo más impresionante figuran sus condecoraciones por parte del gobierno peruano en las ordenes de "El Sol del Perú" en 1957 y Gran Cruz "al mérito por sus servicios distinguidos" en 1981.

Para mí, John Rowe expresó la incondicional búsqueda de excelencia en la erudición. Su convicción de que el pasado andino era un tema de inagotable riqueza y fascinación continua resonándome y se refleja en todos sus escritos. Es una suerte que John publicara sus trabajos en español e inglés. Aquellos que no tuvieron el privilegio de trabajar con él directamente todavía pueden beneficiarse de su extraordinaria perspicacia y visión. Fue un individuo único e inolvidable. El mundo de los estudios andinos será un lugar más pobre como resultado de su muerte, pero un lugar mucho más rico como resultado de su extraordinaria vida.

Agradecimientos

Mi relato de la niñez de John se basó en conversaciones presentadas por sus dos hijas, Ann Pollard Rowe y Lucy Burnett Rowe en el encuentro in memorian en la Universidad de California en Berkeley en enero del 2005. Ambas han sido publicadas junto con una bibliografía completa del trabajo de John Rowe en el volumen 28 de Ñawpa Pacha (Abraham et al. 2006; Rowe et al. 2006). También agradezco a Ann Rowe, Lucy Rowe, Patricia Lyon, Jeffrey Quilter, George Miller, Harold C. Conklin y Lucy Salazar por sus comentarios y sugerencias de la versión manuscrita de este obituario.

Fuente: Artículo publicado -con el mismo título- en ANDEAN PAST, 8 (2007): 33-44.
© Copyright: Cornell University Latin American Studies Program, i.e.(c)
Traducción (con la revisión del autor): Victor Falcón Huayta
Lima, diciembre de 2007



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